Es una evidencia que poseer una buena técnica de carrera mejora la eficiencia al correr e influye de forma positiva en la prevención de lesiones.
Cada individuo dispone de una carga genética que le proporciona unas condiciones físicas y unas habilidades innatas más o menos favorables para correr. La técnica de la que estemos dotados irá definida por muchos factores como pueden ser, la estatura, la longitud del tren inferior, la flexibilidad y fuerza de la musculatura, tendones y articulaciones, la coordinación, y otros que determinarán que corramos de forma más o menos eficiente.
En general, cuando se comienza a correr, poco o nada se considera como lo hacemos, o se piensa si la técnica o la forma en la que se corre es la correcta, normalmente se asume que correr es algo fácil y natural y lo único que se requiere para mejorar es constancia, perseverancia y kilómetros.
Pero correr, como cualquier deporte, siempre y cuando se quiera hacer de forma efectiva y segura, requiere aplicar unos fundamentos técnicos si se quiere mejorar. La diferencia en el rendimiento es enorme si se corre bien técnicamente o no. Cuando hablamos de correr bien técnicamente, siempre lo relacionaremos con correr de forma eficiente.
Evidentemente nunca podremos olvidar las condiciones físicas de cada uno y la predisposición genética que se tenga para correr más y mejor, pero de forma individual, es importante pensar que, si mejoramos nuestra forma de correr, lo podremos hacer más rápido y de forma más segura.
Lo que también resulta evidente es que los mejores momentos para mejorar la técnica de carrera y la efectividad son la infancia y la adolescencia, momentos en los que los aprendizajes se adquieren de forma más eficiente, por encontrarnos en un periodo de formación en el aspecto físico y mental.
Pensar que un adulto, totalmente formado o incluso podríamos decir en algunos casos deformado, que comienza a correr con una cierta edad, que le proporcionará incluso algunas limitaciones físicas, puede llegar a correr de forma perfecta con una técnica depurada, resulta realmente complicado. Que se puede mejorar, por supuesto, pero siempre con limitaciones, y sobre todo se puede conseguir que de ninguna manera se empeore.
La mejora de la eficiencia fisiológica pasa por el aumento y mejora de la capacidad del sistema cardiorrespiratorio así como por el desarrollo del sistema metabólico para aumentar el aprovechamiento del oxígeno por los músculos, para lo que es indispensable hacer kilómetros, pero esta mejora lucirá menos si no contamos con una carrocería fuerte y eficiente que aproveche bien toda la energía que generemos, es decir, de poco servirá que tengamos un coche con un motor de quinientos caballos si disponemos de la carrocería y el chasis de un SEAT panda.
Donde más claramente podemos apreciar con datos objetivos las limitaciones técnicas de un individuo es en el tiempo de contacto del pie en el suelo y en la longitud de zancada, esta última lógicamente determinada en gran medida por la longitud de las piernas.
Actualmente existen pulsómetros de uso común, concretamente de la marca GARMIN, que, en su banda de pecho para control de pulsaciones, incluyen posibilidad de medir el tiempo de contacto del pie en el suelo y la longitud de la zancada aparte de otros muchos datos interesantes que se acumulan durante la carrera.
Ello me ha permitido observar y comparar los datos de diferentes tipos de corredores, y hacer una cierta correlación entre su nivel de rendimiento, en función de datos como puede ser el umbral anaeróbico, la cantidad de entrenamiento semanal que realizan, la edad y el historial atlético, es decir, si son corredores populares con pocos años de experiencia o en el otro extremo, si se trata de corredores con experiencia atlética y marcas anteriores de cierto nivel.
El dato más significativo que se obtiene de esta observación es que los corredores que tienen en general un mayor rendimiento, ósea, mejores marcas, siempre con respecto a su grado de dedicación, son aquellos que mecánicamente presentan una mayor eficiencia al correr, reflejada esta, en datos como el tiempo de contacto en el suelo y la longitud de zancada.
Los corredores eficientes, tienen un tiempo de contacto en el suelo menor que el de los menos eficientes, diferencia que se manifiesta de forma más notable a velocidades altas. Si ese tiempo de contacto bajo, que proporciona una rápida impulsión, se complementa con una zancada óptima, la eficiencia será buena. De lo contrario, si el pie “pierde” demasiado tiempo en el suelo siendo menos reactivo y por tanto menos eficiente, influirá negativamente también en la impulsión e incluso en la efectividad de la zancada.
Solo hay una pequeña excepción que, aunque poco común en adultos se da de vez en cuando, y es aquellos que tienen muy poco contacto en el suelo porque “retiran” demasiado pronto el pie sin completar una correcta impulsión, trasmitiendo la sensación de que corren sobre brasas ardiendo. Estos a pesar de tener poco contacto en el suelo, no corren de forma eficiente, ya que su impulsión es escasa al igual que su zancada.
El cuerpo funciona al correr como un todo, desarrollando una cadena de actuaciones, con dos momentos claves, la fase de impulsión, incluyendo el despegue del suelo y la fase de impacto del pie en el suelo o fase de apoyo. Si durante la fase de apoyo, el pie se “hunde”, también lo hará la rodilla y seguidamente la cadera, influyendo negativamente en el posterior proceso de impulsión. Por tanto, es obvio, que contar con un pie fuerte y reactivo, será clave para tener con un desplazamiento eficiente.
Todo ello nos lleva a pensar que, para mejorar nuestra forma de correr, será muy importante mejorar la fuerza y la eficiencia del conjunto del pie y la musculatura de la parte inferior de la pierna, formada por, soleos, gemelos y tibiales fundamentalmente. Para fortalecerlo podemos utilizar desde repeticiones de saltos de pie, verticales, sobre los dos pies, sobre uno solo, con desplazamientos, en llano, en cuesta, etc., saltos con pequeños obstáculos o vallitas, pero sobre todo que impliquen de forma repetida al pie y músculos de la parte inferior de la pierna, para lo cual habremos de mantener un cierto bloqueo de las rodillas. También como complemento podemos utilizar elevaciones sin salto de los talones en las que podemos utilizar sobrepeso.
Para mejorar la zancada en general, podemos utilizar ejercicios estáticos como sentadillas, zancadas, o elevaciones sobre banco, ejercicios en los que a medida que aumentamos nuestro nivel, podemos cargar peso. Igualmente podemos utilizar ejercicios dinámicos como multisaltos variados, saltos verticales flexionando rodillas o segundos de triple. Las carreras en cuesta también son un medio interesante siempre y cuando sean a velocidad intensa y sobre distancias cortas de no más de 60 metros.
Los ejercicios específicos de técnica de carrera son un medio muy útil para trabajar las diferentes fases de la zancada y corregir defectos posturales a la hora de correr. Estos ejercicios se deben realizar de forma habitual a edades tempranas ya que como dije anteriormente, es el mejor momento para fijar de forma más eficiente los conceptos técnicos. En adultos y sobre todo en aquellos que han comenzado a correr a cierta edad, la realización de ejercicios de técnica, siempre y cuando se realicen de forma correcta, puede ayudar y mucho a corregir ciertos defectos, aunque sea más complicado ya corregir defectos adquiridos con el tiempo.
Resulta muy útil visualizar la grabación mediante video de la forma de correr de cada uno, con el fin de tomar conciencia de los posibles defectos y así poder centrarse luego en los entrenamientos en corregirlos. Este sistema resulta muy efectivo cuando lo aplicamos mientras corremos a velocidades controladas y no de demasiado exigencia.
En resumen, me gustaría transmitir la idea sobre todo a corredores populares y veteranos de que al correr no solo debemos contar con un potente motor que nos proporcione la suficiente energía, si no, que además debemos tener un sistema muscular fuerte y efectivo que nos permita desplazarnos de forma eficiente, todo ello apoyado en una óptima técnica de carrera que nos permita aplicar esa fuerza de la mejor y más económica forma posible.
Esto debe llevar a plantearnos la idea de que, aunque correr sea el eje fundamental de nuestro entrenamiento, no debemos ignorar la realización de aquel trabajo de fortalecimiento y técnica que influirá en un porcentaje muy alto en la mejora de nuestro rendimiento y en la prevención de lesiones.